Madrid: ad Adriana dona il Classico

Il sito del Teatro è unico, il posto dello spettacolo teatrale è supremo e vitale. Ogni attore dà vita a tutto, poiché la luce, il palcoscenico e le scenografie prendono vita ad ogni rappresentazione. È nella passione che inonda il cuore di un’attrice o di un attore che iniziano e finiscono tutti i sentimenti che possono essere espressi.

Durante la settimana dell’Opera, debutta sul palco del Teatro Real Adriana Lecouvreur con la regia di David McVicar. Quattro atti di dramma in cui l’amore si mescola con una gamma di sentimenti, gelosie e, soprattutto, vendetta. Il testo originale è di Arturo Colautti, basato sull’omonima opera teatrale di Eugène Scribe e Ernest Legouvé, e fu presentato per la prima volta a Milano nel 1902. La produzione proviene dalla Royal Opera House, dal Gran Teatre del Liceu, dalla Wiener Staatsoper, dall’Opéra National de Paris e dalla San Francisco Opera.

Leggendo la sinossi, spiccano le parole “Teatro nel Teatro”, poiché si tratta della vita della celebre attrice francese Adriana Lecouvreur, innamorata del nobile Maurizio, la cui vera identità sarà rivelata solo alla fine, scatenando un vortice di passione unico. Tuttavia, sarebbe più appropriato parlare di “Teatro dietro le quinte”. Mostrare questa parte del teatro significa riferirsi a ciò che accade dietro le quinte, lontano dai riflettori e dallo sguardo del pubblico. In questo allestimento ingegnoso, con grande maestria, non vengono solo svelati i segreti dei camerini, altrettanto affascinanti quanto il dramma rappresentato, ma ci troviamo letteralmente dietro il palcoscenico. Questo è ciò che ci immerge profondamente nella storia, facendoci sentire parte di essa.

Il meraviglioso apparato scenico, opera del geniale Charles Edwards, è un successo assoluto: ricco di dettagli, di buon gusto e di sfarzo, ma al contempo energico e attuale, un’intelligente fusione tra classicismo e avanguardia. La scenografia si muove, rivelando la magnificenza della facciata del teatro, dove diventiamo uno con l’edificio stesso. La capacità di definire gli spazi è una delle grandi conquiste di questa scenografia, e l’illuminazione di Adam Silverman aggiunge un tocco finale perfetto per il piacere visivo e sensoriale. Infine, il lusso dei costumi, curati da Brigitte Reiffenstuel, è un vero regalo per i sensi, contribuendo a creare un’atmosfera incommensurabile.

Non si può tralasciare la potenza drammatica della musica di Francesco Cilea. La sua partitura, sognante e avvincente, emoziona costantemente, offrendo a ciascuno dei protagonisti momenti di grande risalto, che suscitano applausi sinceri.

Il maestro Nicola Luisotti, alla guida dell’orchestra del Teatro, con la sua bacchetta e la sua maestria, dà vita, forza e colore a ogni nota, facendo brillare ogni strumento.

La grandezza delle voci in questo spettacolo è innegabile, coprendo tutto con una potenza travolgente. La qualità vocale del cast è tale da suscitare applausi continui, elevando gli artisti a vette di eccellenza. Maria Agresta, soprano italiano, interpreta Adriana Lecouvreur con virtuosismo, affascinando con la sua capacità interpretativa e i suoi cambi di registro, fino a soccombere al suo destino con vera maestria.

Matthew Polenzani, nei panni dell’appassionato Maurizio, è un tenore americano degno di elogio per la sua incredibile destrezza vocale. Il baritono catalano Manel Esteve brilla nel ruolo di Michonnet, affascinando con la sua presenza scenica e forza vocale. E, senza dubbio, la soprano russa Ksenia Dudnikova, nel ruolo della Principessa di Bouillon, incanta con la sua voce, lasciando un’impressione indelebile.

Questa rappresentazione dimostra che il classico ha ancora il suo posto nello spettacolo contemporaneo e continuerà ad averlo nel tempo. I grandi successi del passato sono libri aperti che vale sempre la pena sfogliare, e che hanno ancora pagine bianche pronte a crescere con il passare degli anni. Uno spettacolo d’opera è senza tempo, eterno, e il suo lascito risiede in ciò che riesce a depositare nel cuore di chi lo vede e lo apprezza. Mantenere intatta questa essenza è il compito del direttore, e qui, quando c’è tanta qualità, l’essenza diventa verità.

Che meraviglioso inizio di stagione al Teatro Real! Con la scelta di trasmettere simultaneamente lo spettacolo su uno schermo gigante nella piazza retrostante, popolata da un pubblico affascinato. Una maniera magica di portare l’opera alla gente, avvicinando, espandendo e creando nuovi percorsi.

E come se tutto ciò non fosse abbastanza, questo ciclo di rappresentazioni è un omaggio al grande tenore catalano José Carreras, in occasione del 50º anniversario della sua interpretazione di Adriana Lecouvreur a Madrid, al Teatro de la Zarzuela (1974), accanto a Montserrat Caballé. Un momento irripetibile e magnifico per l’opera.

Ricardo Ladrón de Guevara
(28 settembre 2024)

Originale spagnolo

El sitio del Teatro es único

El sitial del espectáculo teatral es supremo y vital

Cada actor aporta la existencia a todo, porque la luz, las tablas y las telas cobran vida con cada función.

Y en la pasión que inunda el corazón de una actriz o de un actor empiezan y terminan todos los sentimientos que se puedan llegar a representar.

En la semana de la Ópera sube por primera vez al escenario del Teatro Real la  “Adriana Lecouvreur” de David McVicar. Cuatro actos de drama en el que se mezcla el amor con todo tipo de sentimientos, los celos y sobre todo la venganza. El texto original es de Arturo Colautti, basado en la obra de teatro homónima de Eugène Scribe y Ernest Legouvé y que fue estrenada en Milán en 1902. Y la Producción es de la Royal Opera House, el Gran Teatre del Liceu, la Wiener Staatsoper, la Opèra national de Paris y la San Francisco Opera.

Cuando lees la sinopsis destacan las palabras “Teatro dentro del Teatro”, porque si, es la vida, de la conocida actriz de teatro francesa Adriana Lecouvreur que se enamora del noble Maurizio cuya verdadera identidad se revelará al final para desatar un torbellino pasional único. Pero, es preferible decir Teatro por detrás. Cuando se habla de mostrar esa parte trasera del teatro se refiere uno a lo que sucede entre bambalinas, a todo lo que está fuera de los focos y lejos de la mirada del público y aquí, en este ingenioso montaje, con arte,  se nos presentan no solo los entresijos que suceden en los camerinos y que son tan apasionantes como las historias producto del drama que se representaría en un teatro si no que literalmente estamos situados en la parte trasera del escenario teatral representado. Y esto es lo que nos sumerge de lleno en la historia y nos hace ser parte.  El maravilloso dispositivo escénico obra del genial Charles Edwards es un acierto absoluto. Cargado de detalles, buen gusto y suntuosidad a la vez que enérgico y actual. Una mezcla muy inteligente de lo clásico y la vanguardia por su funcionalidad. Y es que la maravillosa estructura gira y nos muestra el magnífico frente del teatro y es allí donde ya somos uno con el recinto teatral y traspasa el escenario que tenemos más cerca para sabernos sentados en ese otro. Definir espacios es un logro de esta escenografía y el rol que ocupa la iluminación de Adam Silverman aporta el broche de oro para el deleite de lo que ves y sobre todo lo que recibes. Y desde luego el lujo del vestuario que lo enmarca todo, es un regalo para los sentidos. El trabajo de Brigitte Reiffenstuel es impecable y permite que todo cree una atmósfera inconmensurable.

Pero, no hay forma de obviar la potencia la fuerza dramática que tiene la música de Francesco Cilea. Una partitura de ensueño y deleite que te hace vibrar de emoción todo el tiempo. Generoso, por demás, al brindar a cada uno de los personajes principales un momento de total lucimiento. Arrancando emotivos y sinceros aplausos. Y en ello tiene un papel protagónico el maestro Nicola Luisotti que levanta su batuta para dirigir a la Orquesta titular del Teatro con todo su arte hecho vida, fuerza, determinación y nunca mejor dicho Maestría. Luisotti transmite una energía que da color y movimiento a cada nota musical y que hace brillar a todos y cada uno de los instrumentos.

Porque el sitial de honor que tienen las voces en este espectáculo lo arropa todo finalmente. La calidad vocal del elenco protagónico es de los que hace arrancar aplausos constantes a lo largo de la función y permite encumbrar a los artistas. El rol de Adriana Lecouvreur recae en esta función en Maria Agresta una soprano italiana de un virtuosismo innegable no solo vocalmente sino a nivel de interpretación, pues te cautiva con su entrega al personaje y sus cambios de registro de personalidad hasta sucumbir con verdadera maestría. Matthew Polenzani es el arrebatado y pasional Maurizio merecedor de un claro elogio por su increíble destreza con la voz. Este tenor estadounidense deja una representación tan buena como inolvidable en todos los que lo hemos visto. En una más que lucha escénica no solo por el amor si no por su sitio en el escenario irrumpe un maravilloso Michonnet de Manel Esteve barítono catalán, cuya fuerza vocal y “estar” en el escenario son cautivantes. Pero, sin duda alguna el brillo, que la soprano rusa Ksenia Dudnikova deja como la Princesa de Bouillon hace erizar de placer. Su virtuosismo y profesionalidad te transporta y enamora de su voz. Una grande muy grande que merece ser lo que es una princesa porque probablemente el lugar de la reina sea más finito. Un elenco simple y llanamente sensacional y magnífico.

Ha sido la prueba de que lo clásico tiene su lugar en el espectáculo no solo contemporáneo si no de siempre. Los grandes éxitos de siempre son libros abiertos en los que vale la pena entrar y siguen teniendo páginas en blanco para que con el pasar de los años sean más grandes y crezcan cada vez más.  Un espectáculo de Ópera no tiene tiempo ni espacios, es eterno y su legado está en lo que logra anidar en cada corazón de quien lo ve y lo disfruta. No perder su esencia es la tarea del Director y es que cuando hay tanta calidad la esencia se hace verdad de nuevo.

Vaya manera de empezar Temporada esta del Teatro Real. Con una maravillosa decisión de retransmitir simultáneamente la función en una pantalla colosal para la plaza trasera del Teatro poblada de público que la disfruta. Una mágica manera de llevar la Ópera a la calle, al público en general. Acercar, crecer y allanar caminos.

Y por si todo esto fuera poco nada puede ser más importante que este ciclo de funciones es un  homenaje al maravilloso tenor catalán José Carreras en ocasión del 50º aniversario de su interpretación de Adriana Lecouvreur en Madrid, en el Teatro de la Zarzuela (1974), junto a Montserrat Caballé.

Un momento irrepetible y magnífico para la Ópera.

Ricardo Ladrón de Guevara

La locandina

Direttore Nicola Luisotti
Regia David McVicar
Scene Charles Edwards
Vestuario Brigitte Reiffenstuel
Iluminación Adam Silverman
Coreografía Andrew George
Personaggi e interpreti:
Adriana Lecouvreur Maria Agresta
Maurizio Matthew Polenzani
Principe di Bouillon Maurizio Muraro
Principessa di Bouillon Ksenia Dudnikova
Michonnet Manel Esteve
Quinault David Lagares
Poisson Vicenç Esteve
Mademoiselle Jouvenot Sylvia Schwartz
Mademoiselle Dangeville Monica Bacelli
Abate di Chazeuil Josep Fadó
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Maestro del Coro José Luis Basso

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